Mientras la industria tecnológica avanza a un ritmo vertiginoso, una parte sorprendente del mundo moderno sigue funcionando con tecnología del pasado. Versiones antiguas de Windows como XP, NT, MS-DOS o incluso Windows 3.11, que muchos consideran piezas de museo, aún están activas en hospitales, bancos y servicios de transporte.
Un riesgo silencioso, pero real
Estos sistemas ya no reciben soporte oficial ni actualizaciones de seguridad, lo que los convierte en un blanco fácil para los cibercriminales. Son puertas abiertas a ataques que podrían comprometer datos confidenciales, dejar fuera de servicio servicios críticos o incluso poner vidas en riesgo.
Por ejemplo, un hospital en Nueva York aún utiliza Windows XP para operar sus ascensores. Algunos cajeros automáticos funcionan sobre Windows NT, un sistema lanzado en 1993. En Alemania, la empresa ferroviaria Deutsche Bahn publicó una oferta laboral en la que buscaba conocimientos de MS-DOS y Windows 3.11, mientras que en San Francisco, el metro todavía depende de disquetes de 3,5 pulgadas para controlar parte de su red.
¿Por qué no se actualizan?
La respuesta es sencilla, pero profunda: el coste de modernización es altísimo. No se trata solo de instalar un nuevo sistema operativo, sino de cambiar hardware especializado, reprogramar sistemas críticos, cumplir con normativas actuales y capacitar al personal. Muchos de estos sistemas fueron diseñados para durar décadas, y su reemplazo es un desafío económico y técnico.
La paradoja del progreso
Microsoft ha anunciado el fin del soporte para Windows 10 en octubre de 2025, algo que ha generado preocupación entre usuarios y empresas. Sin embargo, resulta irónico que mientras se pone fin al soporte de un sistema lanzado en 2015, todavía haya infraestructuras críticas operando con software de los años 80 y 90.
¿Qué se puede hacer?
Aunque no existe una solución única ni rápida, es urgente que gobiernos y empresas planifiquen estrategias de transición tecnológica. Esto incluye evaluar riesgos, diseñar planes de migración progresivos y asignar presupuestos para modernizar sistemas críticos. La seguridad nacional, la salud pública y la estabilidad financiera dependen, en parte, de romper con esta dependencia tecnológica del pasado.