Vietnam entre gigantes: de nación devastada a potencia industrial estratégica

Vietnam

Vietnam ha recorrido un camino impresionante en apenas unas décadas. De ser un país arrasado por la guerra y sometido a un régimen comunista cerrado al mundo, ha pasado a convertirse en una de las economías más vibrantes del Sudeste Asiático. Este ascenso no ha sido casual: ha sido el resultado de decisiones estratégicas y reformas profundas que han transformado completamente su modelo económico y su papel en el sistema global.

Uno de los pilares de esta transformación ha sido la política de Doi Moi, que significa “renovación”. Introducida en 1986 por el Partido Comunista, esta política tomó como modelo las reformas de apertura de China y marcó el abandono del sistema económico centralizado hacia una economía de mercado con orientación socialista. Aunque los frutos no se vieron de inmediato, en la segunda mitad de los años noventa comenzaron a notarse los resultados, con un crecimiento sostenido y cada vez más fuerte.

Hoy, el Producto Interno Bruto de Vietnam es 51 veces mayor que en 1994, convirtiéndolo en el país de mayor crecimiento dentro de la ASEAN. Este crecimiento ha sido impulsado, en buena parte, por la inversión extranjera directa, sobre todo en el sector tecnológico. Empresas como Samsung y Apple han apostado fuertemente por Vietnam. Samsung, por ejemplo, ha invertido más de 23.000 millones de dólares y representa por sí sola más del 13% de las exportaciones del país. Por su parte, Apple ha ampliado su red de proveedores en territorio vietnamita, consolidando al país como un eje fundamental en las cadenas de suministro electrónicas globales.

El contexto internacional también ha jugado a favor de Vietnam. El aumento de los salarios en China y las tensiones comerciales con Estados Unidos han hecho que muchas empresas busquen diversificar su producción fuera del gigante asiático. En este escenario, Vietnam ha emergido como la alternativa más atractiva, gracias a su mano de obra relativamente barata, su ubicación estratégica y una política comercial abierta. Este fenómeno, conocido como “China +1”, ha sido clave para la aceleración del crecimiento industrial vietnamita.

En términos comerciales, Vietnam ha sabido jugar con equilibrio entre las dos grandes potencias: China y Estados Unidos. Ha incrementado significativamente sus importaciones desde China al tiempo que ha multiplicado por seis sus exportaciones a Estados Unidos desde 2012. Este doble vínculo le ha permitido aprovechar tanto la cercanía geográfica y la complementariedad productiva con China, como el acceso al mercado estadounidense. Sin embargo, este mismo éxito ha generado fricciones. El superávit comercial con EE. UU. ha convertido a Vietnam en blanco de críticas y posibles medidas proteccionistas, especialmente durante gobiernos como el de Donald Trump, que ha impuesto aranceles elevados a sus productos.

A pesar de estos riesgos, los indicadores internos son optimistas. El país ha visto emerger una clase media-alta que consume más, vive mejor y demanda infraestructura moderna. El PIB per cápita ya supera los 4.500 dólares, y se espera que alcance los 7.500 para 2030. Con el crecimiento de esta clase social también se ha impulsado el consumo interno: los autos eléctricos, los vuelos nacionales de bajo costo y los apartamentos de lujo ya son parte del paisaje urbano en ciudades como Hanói y Ciudad Ho Chi Minh.

Vietnam también está haciendo avances en sectores clave para el desarrollo sostenible. Empresas como VinFast lideran la transición hacia la movilidad eléctrica, y el país ha comenzado a invertir en transporte urbano para mitigar la contaminación y la congestión vehicular. Además, la modernización del comercio minorista con cadenas internacionales refleja un cambio de hábitos de consumo y una integración cultural con el mundo desarrollado.

El gobierno vietnamita no es ajeno a estos logros, y con motivo del 50° aniversario del fin de la guerra, las autoridades han hecho un llamado a “cerrar el pasado, respetar las diferencias y mirar hacia el futuro”. Este mensaje no solo simboliza una reconciliación con su propia historia, sino también un compromiso claro con el progreso.

Con metas ambiciosas como convertirse en un país de altos ingresos para 2045, Vietnam está apostando por un modelo de desarrollo que combina apertura económica, inversión en infraestructura, tecnología y estabilidad institucional. La historia reciente del país demuestra que es posible salir del atraso, reinventarse y competir al más alto nivel. Vietnam no solo está creciendo: está construyendo una nueva identidad como potencia emergente.

Fuente:

ASIA NIKKEI: https://asia.nikkei.com/Economy/Vietnam-s-dramatic-growth-over-50-years